¿Qué viene a tu mente cuando alguien te dice: “¿Y si vamos al otro lado?”? Y no, no hablamos del otro lado de la calle, del edificio o del charco —aunque geográficamente, un poco sí. Hablamos de cruzar una frontera. Así de natural es la cotidianidad en Tijuana.

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Quienes trabajamos en el sector turístico lo vemos a diario: visitantes que llegan con ideas preconcebidas sobre la frontera. Muchos esperan encontrarse con un “Mini USA” y anticipan que todo se les atenderá “a la americana”. Lo fascinante es ver cómo Tijuana rompe esas expectativas.
Sí: la influencia estadounidense es evidente. La cercanía moldea el estilo de vida, el lenguaje y hasta algunos hábitos. Pero al mismo tiempo, la identidad mexicana sigue intacta. Aquí no imitamos: adaptamos. Fusionamos lo que viene de afuera con nuestras raíces y construimos una cultura propia, única e irrepetible.

Una de las primeras cosas que llaman la atención a los forasteros es cómo los tijuanenses se refieren a Estados Unidos. Para quienes tienen visa o permiso de cruce —ya sea para trabajar, estudiar, hacer compras o diligencias—, ir a California es tan común que se resume en tres palabras: “Vamos al otro lado.”
No hay registro exacto de cuándo comenzó a usarse, pero ha pasado de generación en generación y se ha vuelto parte de la identidad local. Es una expresión que encapsula la vida binacional: cercana, cotidiana y compartida.
La vida fronteriza es también una mezcla natural de tradiciones. Durante años, celebraciones como Halloween, Thanksgiving o el 4th of July fueron más visibles en la región que algunas festividades mexicanas. Esto se debe a que una gran parte de la población nació en Estados Unidos pero vive en Tijuana, creciendo entre dos culturas, dos calendarios festivos y dos formas de entender la vida.
En los últimos años, iniciativas públicas y comunitarias han trabajado por revalorar las celebraciones mexicanas —como el Grito de Independencia o el Día de Muertos— y devolverles el protagonismo que merecen. Hoy, Tijuana celebra ambas realidades: las que vienen “del otro lado” y las que nacen de este lado de la frontera.

Tijuana vive con el flujo constante de miles de personas: quienes cruzan diario, quienes intentan cruzar por primera vez, quienes están “de paso” y quienes deciden quedarse. El muro puede ser físico, pero no define lo que se crea aquí: una ciudad resiliente, multicultural y profundamente humana.
Tal vez por eso los tijuanenses tienen esa calidez tan particular. Porque aquí todo el mundo viene de algún lado, y todo el mundo es bienvenido… incluso si solo va de camino hacia “el otro lado”.

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